Un viento frío anunció su presencia. Y, al sentirlo, todos miramos. Él también. Fijó la vista en la entrada, expectante. El tiempo se detuvo, y los pocos segundos que tardó en entrar se convirtieron de repente en horas. Horas de intranquila y angustiosa espera. Nosotros la presentimos, pero sólo él la vio. Y mientras la miraba, cesó la cadenciosa secuencia de su latido. Cuando el aire amainó, supimos que ella se había ido y no partía sola en ese viaje.
viernes, 27 de mayo de 2011
martes, 17 de mayo de 2011
A una vieja puta
Tiene la puta el coño ya reseco
y marchito su vientre impenitente.
La vejez le ha dejado el pecho seco,
y aún así la puta tiene un cliente.
Enjuto se ve, débil, muy enteco,
perdido por la vida el aliciente;
tan exiguo, con pinta de muñeco,
de frágil marioneta penitente.
El verlo así, pueril, tan desdichado
y solo, sin amor, la conmovió;
Pobre sujeto tan poco agraciado,
hombre que con mujer jamás yació.
Y la hetaira su amor le ha dispensado.
¡La vieja puta que se enterneció!
y marchito su vientre impenitente.
La vejez le ha dejado el pecho seco,
y aún así la puta tiene un cliente.
Enjuto se ve, débil, muy enteco,
perdido por la vida el aliciente;
tan exiguo, con pinta de muñeco,
de frágil marioneta penitente.
El verlo así, pueril, tan desdichado
y solo, sin amor, la conmovió;
Pobre sujeto tan poco agraciado,
hombre que con mujer jamás yació.
Y la hetaira su amor le ha dispensado.
¡La vieja puta que se enterneció!
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