lunes, 25 de febrero de 2013

Niños



Niño

Despierta el niño al sonido
que produce el sonajero;
unos ojos que le miran
y una caricia al cabello,
tras la sonrisa sincera
de alegría del abuelo,
le indican que en este mundo
dispondrá por un momento
de un límpido y puro amor
más grande que el universo.
No están tus padres, chiquillo,
descansan entre los muertos;
pues la guerra fratricida
se los llevó con su hierro.
Cuando llegue la amargura,
no le queda mucho tiempo
porque yo también me iré,

será tu vida un infierno.”


Niño del oro

Fue tu bautismo en el odio
con agua tintada en sangre.
Naciste en la tierra fértil
donde el pueblo pasa hambre,
y te entregó la fortuna
la suerte de tus iguales.
Te hizo el frívolo destino
esclavo de los infames.
La avaricia de occidente
al ver tu ubérrimo valle
sembró la cizaña en él,
se enriqueció condenándote.
y el enemigo, tu hermano,
hirió tu cuerpo de infante.
Brilla el oro en las entrañas
de la patria de tus padres;
y a ti te quedó un muñón
en pago a los miserables.


Niña

Suena en la noche un gemido
implorándole a la vida,
rompe el silencio en un ruego
impregnado de agonía
la chiquilla sin su himen.
Pues, con la conciencia limpia,
en el Asia angelical,
donde es la suerte asesina,
cede un padre al occidente
las virtudes de su niña.
Por unas piezas de cobre
la desnuda de amatista,
ajeno a la perversión
del ansia de un alma indigna.
La riqueza en los aromas
se pudre con la inmundicia
de quien vende la pureza
en la paupérrima India.



Lágrimas de niño

Acuna en un carrito a la muñeca
la pequeña en el patio del colegio,
con mimo le coloca la rebeca
creando de esta suerte el sortilegio.

El niño que a su vera tira un dado
para darle en la tierra la patada
la mira de reojo, consternado,
porque evoca a su madre en la alborada:

Abrígate, chiquillo, que hace frío,
no salgas sin tomarte el desayuno...”.
Y piensa: “adiós, mamá”, y llora el crío,
perdidos sus recuerdos, ya ninguno.

Sigue el juego, le llega la pelota,
la patea con ansia y con pericia...
Ya nunca más tendrá, su vida rota,
en el alba, el amor de la caricia.






miércoles, 20 de febrero de 2013

Sobre la mar

Son llagas de salitre, mar hipnótica,
las heridas del tiempo sobre el hombre
anclado en los recuerdos; cuyo nombre,
arrinconado en una paz narcótica,

jamás has pronunciado. No hay olvido
en la memoria uncida por la brea;
sí nostalgia de aliento en la marea
y gotas de añoranza en el tañido

de las olas al brusco acantilado.
El regusto agridulce de saliva
y de algas navegando a la deriva
remolca los azares del pasado

negándole el espacio a la amargura.
Yo retorno a los fondos abisales,

al hogar, a redimirme de los males
e iniciar una nueva singladura.


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Porque he nacido en la mar
llevo salitre en las venas.
Curtido por la intemperie,
puse mis pasos en tierra
en busca del horizonte;
inicié una nueva senda
por un camino vacío.
Sentía la boca seca
y añoraba los sargazos;
así retomé mis huellas
y hasta la costa volví,
a mi patria verdadera.
Ya me acarician las olas
heladas con la tormenta.

Porque he nacido en la mar
llevo salitre en las venas.

Resguardan tus arrecifes
las costuras de las velas
de aquellos que naufragaron.
Los barcos que te navegan
y surcan tus soledades
llevan impresas con brea
indelebles cicatrices
del embate, por su ofensa,
de tu brava acometida.
Eres, piélago, la esencia
inexorable e hipnótica
que conforma mi materia.
Porque he nacido en la mar
llevo salitre en las venas.

martes, 19 de febrero de 2013

El Guerrero Galáctico

Va una frivolidad. Primera temporada de "Las aventuras y desventuras del Guerrero Galáctico".

El Guerrero galáctico

Pe Cuatro Quince” está desactivado
y la nave navega a la deriva;
falta la gravedad, y, desgraciado,
acudo a mi extinción definitiva.

Tengo además dolor en el costado
-el alien me lisió con su agresiva
furia de odio febril y despiadado-,
me falla la conciencia cognitiva;

pero aún no he perdido la esperanza,
porque enviará al marciano al otro mundo
mi desintegrador multipolar,

y así tendré cumplida mi venganza.
Yo seguiré de estable vagabundo
en esta guerra pírrica estelar.

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Más del guerrero galáctico

Dispara el alienígena y acierta,
causándome una herida en el ombligo.
Me toca a mí: “ya estás, criatura, muerta;
al final ha llegado tu castigo”.

Y tengo mis sentidos en alerta,
usaré para huir del enemigo
el agujero negro como puerta,
el siniestro portal será mi abrigo.

Mi fiable nave indómita espacial
me aleja del peligo en sus narices;
contra el alien será mi bien su mal

-evitaré caer en más deslices-,
aunque de esta contienda sideral
solo tengo en el cuerpo cicatrices.

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La última batalla del guerrero galáctico

Ahora llega el fin de mi aventura
en la primera y última batalla.
Viajaré por el tiempo sin premura
en mi astronave hecha con quincalla.

Soporté el cautiverio y la tortura
de un atroz alienígena canalla.
Lo apiolé cuando huí de su captura,
y se extinguió por mor de la metralla.

El soldado galáctico lo sabe:
Solo debo encontrar el punto frágil
del enemigo oculto, punitivo

usar los propulsores de mi nave
y, con una maniobra en todo ágil,
disparar mi misil siguiendo vivo.

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El retiro del guerrero galáctico

Pero, será posible, otro villano

que se acerca; malditos invasores.
Pues sabrán lo que vale el ser humano:
¡Venga, vamos, venid a mí, traidores!

Dispara con el láser el marciano,
anula los aéreos propulsores;
y es igual, pues le venzo por la mano,
con el mío le acierto en los motores.

Se acabó, yo he ganado la pelea.
Toca la vuelta a casa por el tiempo,
curarme el sano cuerpo malherido;

me espera la minina allá en la aldea;
hasta ella llegaré sin contratiempo.
Creo haberme ganado mi retiro.

lunes, 4 de febrero de 2013

El Barrio


El bullicio agitado en la barriada,
augurio del cercano amanecer,
arrebata unos sueños de mujer.
El torrente fugaz de la alborada

dilapida la luz de las estrellas
y, silente, trasforma los estores
de la noche en múltiples colores
que despiertan de amor a las doncellas.

Desperezadamente sale el sol
a calentar los áticos yacientes,
a revivir los cuerpos complacientes,
que, como marionetas de guiñol,

se afanan en el vaho del crepúsculo.
Adquiere la conciencia sus sentidos,
en un fragor vibrante de sonidos,
en donde la ciudad tiene su músculo.

Los goznes y bisagras se deslizan
al compás del portón del disparate,
zurcidas a un bruñido escaparate,
cuando miles de muertos analizan

el fogoso danzar de una figura
ataviada con rombos de arlequín,
ajeno a la urbe, fiel a su fortín,
que muda su rutina en aventura.

Tormenta


Trallazos de un Eolo furibundo
restallan con sus lágrimas de espanto;
cristales de granizo y desencanto
que azotan entre ráfagas el mundo.

Sobre el gélido mármol reverbera,
fugaz en su agonía, el pensamiento
del olvido; un tañido de tormento
evoca la añorada primavera.

Recostada en la paja del pesebre,
la memoria del nombre que no nombra
resguarda un fatal ciprés sin sombra,
donde duerme, ya incólume a la fiebre,

el latido del tiempo y de la vida.
Ya no hay dolor ni amor, ni se requiere
que lo haya. Ya el pretérito no hiere;
ya el presente eterniza la guarida

donde yacen los lúgubres rastrojos
del futuro. Quizá quede el amor
-sí, quizá quede- junto a un dolor
perenne de antipáticos despojos.

Es la causa final de nuestros males
la furia antojadiza de los dioses,
con sus dardos, sus égidas, sus poses,
en su envidia feroz a los mortales.