domingo, 23 de febrero de 2014

Cosmos


Guarda el cosmos perfiles infinitos
de tristeza orbitando en nebulosas
de exóticos amores y entre ociosas
partículas y altivos meteoritos.
Un asteroide, réplica de mitos,
derrama en su parábola estelar
las lágrimas del canto de un juglar
sobre la sideral naturaleza
cuando el sol que gobierna su pureza
se convierte en gélido glaciar.
Yo tengo el firmamento en mi cabeza,
en un solo satélite mi ajuar
y en todo el universo la belleza.




lunes, 10 de febrero de 2014

Hola, Muerte


Ahora estoy mirándote de frente,
contemplando el ardid de tus tramoyas
y ese negro carmín de gilipollas
que me azota nublándome la mente.
No te muestres, maldita, indiferente,
sigilosa caricia de migraña
amparada al vigor de la guadaña,
cuando poses tus ojos en los míos;
el aliento infernal de los impíos
dibuja en tu cintura la cizaña.

viernes, 7 de febrero de 2014

Alfaquí


Tiene un rayo de Luna Alfaquí en la mirada, y en su boca el sabor carmesí de un caramelo de menta; tiene el mundo a sus pies y en la piel el arcano color de la sonrisa. Es serena, apacible, amable, sosegada, y le gusta sentir cuando canta la mañana. La escucha tranquila, recostada en la alfombra de lana que reposa en el mármol de la sala de estar. Nos mira y por momentos parece que baila..

Ya estaba con nosotros cuando yo nací; jugó conmigo en la infancia y, ahora, muchos años después, me acompaña cuando enciendo el orenador y abro un archivo nuevo de “word”; me mira, impasible, y sonríe. Ella ya sabe lo que voy a escribir y sé que me dice: “tómate tu tiempo”. Alfaquí nunca tiene prisa; jamás la tuvo, quizá por eso es tan sabia.

Sé que le gustan los domingos, porque permanezco más tiempo en casa y palio su soledad. Pero sobre todo le gustan porque Paco, el hijo menor de mi vecina, la baja hasta el parque de las orquídeas y la deja nadar en el estanque; allí habla con los pececillos de colores que lo habitan, y les cuenta cómo es la vida fuera del agua. Los peces la adoran; mis amigos, también.




Odio

Eres tú, odio,
un fugaz pasatiempo de los dioses
y el amargo nutriente de los hombres.
Eres, siendo pasión, absceso incómodo

y pústula de vida;
impúdico sustento de civilizaciones;
sórdido y seductor como las flores
del acónito; destello de ira

entre las sombras del crepúsculo;
quimérico delirio sempiterno
que destuyes y creas los imperios;
y el más pérfido, tétrico y oscuro

pensamiento de la conciencia.
Dime entonces ¿por qué te ufanas
y sostienes -como las jarcias-
los cabos que permiten a las velas

de la inquina ceñirse al viento frío
adrizando tu casco ante las olas?.
Singlas a sotavento en la derrota;
¿no será que tu rumbo lo dicta el enemigo?