Es
sereno el camino hacia el lento futuro,
lo
es también el que llega del recuerdo pasado;
y
es agreste el presente, abismal e inseguro,
axiomático,
eterno, infernal, despiadado,
inestable
y secreto, pasajero e inerte,
irascible,
iracundo, predecible e impávido,
donde
nada sucede, ni siquiera la muerte,
y
radica su esencia en las ansias del ávido.
Crudamente
nos muestra que es la vida el enigma
que
sostiene en el cosmos los inicios arcanos
de
la vacua esperanza, como lóbrego estigma;
porque
somos la nada. Los senderos lejanos
solo
son sensaciones y el letal paradigma
de
ese ser o no ser que nos hace mundanos.