Y yo, ante el inclemente y cruel espejo,
examino mi rostro ya curtido,
surcado por arrugas, dolorido;
me devuelve la imagen de un ser viejo.
Y me veo ante el fúnebre cortejo.
El recuerdo del tiempo que he vivido
me deja en cierto modo malherido,
ya no cabe el engaño en mi reflejo.
Por eso de mis actos me arrepiento,
al ser de mis maldades yo consciente.
Y tan sólo me queda sufrimiento:
El miedo a derrumbarme ante el presente,
la ya cercana muerte, que presiento.
Si acaso, Dios dirá; soy su paciente.
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Espejo
Inexorable,
dúctil, cruel espejo
examinas
mi rostro consumido,
surcado
por arrugas, dolorido,
de
imagen me devuelves la del viejo.
El
recuerdo del tiempo ya vivido,
inminente
mi fúnebre cortejo,
es
el amor odiando mi reflejo; *
por
mis actos me dejas malherido.
Se
desnudan mis huesos, y la paz
extirpa
la ruindad de mi inconsciente;
ya
no soy el que fui en el pasado,
y
es mi voz la palabra más procaz
para
llamar a Dios en el presente;
soy
los rancios jirones del pecado.
Soy
el ángel alado
de
la muerte, patética mortaja,
un
mustio Mefistófeles de paja.