Tiene,
mujer, tu espíritu
constancia
y sacrificio como vida,
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Abrazando el mundo |
y
toda tú, la luna como abrigo.
Tienes
en la voraz razón la herida,
y
en la batalla diaria, tu castigo.
Es
tu sangre de hielo,
portadora
del fuego en tus entrañas.
Tus
manos son guadañas;
y
siega los depósitos del cielo
tu
primigenio vientre,
único
paradigma del futuro,
del
amor incondicional y puro,
de
la abnegada entrega
plena,
siempre en constante ebullición,
mezclando
raciocinio e intuición.
Y
una sola pregunta:
¿cuándo
habrá de llegar, serena y firme,
la
ansiada libertad a redimirme?
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Lágrimas |
Perdóname,
mujer,
el
más ferviente anhelo,
el
único motivo para ser,
de
este hombre miserable;
Tú
formas la razón de mi existencia.
Si
soy en ocasiones detestable,
ajeno
a los dictados de conciencia,
es
exclusivamente por la historia
escrita
por el hombre
que
dicta la ilusión en
la memoria.
Ignoro
si merezco remisión,
no
solo son palabras
vacías,
las escribe el corazón
atormentado,
vano
y
cobarde, vencido por la herida
que
le causa la ofensa de su mano
alzada
contra el alma de la vida.
No
merezco perdón, pero lo pido.