Yo
soy lo opuesto al caballero andante;
la
piedra de una fría catedral;
un
mísero consuelo agonizante;
los
restos de pasión del animal;
la
brisa inconsistente de un señuelo
que
purga con el fuego su dolor;
las
lágrimas que enjugan el pañuelo
con
restos alevosos de un amor;
el
agua de un océano rabioso
que
azota su inclemencia por la vida
en
el acantilado de una herida
a
causa de su espíritu celoso.
Soy
la euforia del grito entre la bruma;
el
sargazo perdido en la marea
y
calafateado en pez y brea
que
pierde su conciencia entre la espuma.
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