Recuerdo
una tarde de verano, en la playa, paseando por la orilla y la marea
baja. Me tropecé con un hombre mayor, miraba los restos apenas
perceptibles de la madera del casco de una barcaza. Era una madera
oscura, casi negra, semienterrada en la arena, apenas se distinguía
del fondo de matices rocosos. Y pensé: "He ahí un
anciano capitán despidiéndose del esqueleto de su
bergantín, hundido por piratas tras una cruenta y desigual
batalla...” Pero al final sólo me quedaron estos versos:
desde
la mar azul de mil matices,
a
la cercana costa, para el duelo
y
a tu casco curar las cicatrices.
Descansa,
bergantín, ven y descansa,
reponte
de la larga travesía,
acude
a fondear en agua mansa,
acércate
y reposa en la bahía.
Sanarán
tus heridas del combate,
pero
sabes que acaban ya tus días;
dejaste
de las olas el embate
y
en tus velas va escrita tu osadía.
Es
tu fin, marinero, es tu condena.
Recogen
lentamente tu estandarte,
para
dejar tus restos en la arena.
Has
cumplido y es hora de olvidarte.
e hipotecó contigo sus venturas,
el corazón de orgullo bien repleto
le queda al recordar tus singladuras.
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