Azotas la ilusión,
infame látigo,
restallando en las manos de un villano
que golpea su fracaso en el amor.
Como un maldito dios,
rompes el lazo
que anuda nuestros actos
a la razón.
¡Qué sencillo es sentir la ira
y qué fácil aliarse con el odio!
Esclavos somos del oprobio
en las manos de la insidia.
¿Es valentía
el denunciar la acción abyecta,
o es acaso un deber de la concienia?
¿Qué valor tiene una vida?
¡Qué frágil es el inocente!
¡Qué cobarde el espíritu
que dedica su ímpetu
a ultrajar la pureza hasta la muerte!
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