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Lleva
ceñida sobre su cabeza
una
hermosa corona; una guirnalda
le
separa el cabello de la espalda
en
diadema de azul y gran belleza.
Se
mueve con la grácil gentileza
del cisne. Su mirada la respalda
-más
aún que lo corto de su falda-;
sus
ojos, de letal delicadeza,
se
clavan en los míos, me desnuda
de
mentiras, desgaja mi interior
e
invade mis entrañas de pavor.
porque
me muestra, gélida, la cruda
realidad:
Mi fatal melancolía
impide
que me abrace la alegría.
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