martes, 30 de octubre de 2012

Ojalá


Las sombras que nublan mis pensamientos siguen ahí; quizá difuminándose, porque ya no tienen esa taciturna tonalidad gris pizarra: se matizan ahora de blanco con irisaciones verde esperanza. Pero persisten. Alguien me dijo que no son sombras, ni nubes, sino dudas. No estoy de acuerdo, para mí son certezas. Se abre una luz; la observo con prudencia; no quiero que sea solo un reflejo que me deslumbre para difuminarse al instante. Quisiera... Deseo -anhelo- que sea la luz del sol y no un efímero destello dorado.

Son doce años ya, toda una vida para muchos; un soplo para mí. Doce años de ausencia, que en cierto modo no ha sido tal, porque los seres que amamos no desaparecen si siguen en el recuerdo. Doce años de íntimo dolor, doce años de incomprensión. Parece que la lacra se rinde, ojalá sea cierto. No volverán los que se han ido, pero su ausencia tampoco habrá sido baldía. Perdurarán en la memoria de los hombres cuando el odio cainita no sea más que una mácula en la historia. No se irá el dolor -nunca lo hará-, pero sí la tristeza, esa losa melancólica que pesa aún como un epitafio mientras dura la existencia.

Y crecerán nomeolvides
sobre las extintas vidas,
ya no habrá más heridas,
ni amores, ni odios, ni lides.

Quizá sea ya el momento para la alegría. Ojalá. Ojalá lo sea.

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