viernes, 7 de febrero de 2014
Alfaquí
Tiene un rayo de Luna Alfaquí en la mirada, y en su boca el sabor carmesí de un caramelo de menta; tiene el mundo a sus pies y en la piel el arcano color de la sonrisa. Es serena, apacible, amable, sosegada, y le gusta sentir cuando canta la mañana. La escucha tranquila, recostada en la alfombra de lana que reposa en el mármol de la sala de estar. Nos mira y por momentos parece que baila..
Ya estaba con nosotros cuando yo nací; jugó conmigo en la infancia y, ahora, muchos años después, me acompaña cuando enciendo el orenador y abro un archivo nuevo de “word”; me mira, impasible, y sonríe. Ella ya sabe lo que voy a escribir y sé que me dice: “tómate tu tiempo”. Alfaquí nunca tiene prisa; jamás la tuvo, quizá por eso es tan sabia.
Sé que le gustan los domingos, porque permanezco más tiempo en casa y palio su soledad. Pero sobre todo le gustan porque Paco, el hijo menor de mi vecina, la baja hasta el parque de las orquídeas y la deja nadar en el estanque; allí habla con los pececillos de colores que lo habitan, y les cuenta cómo es la vida fuera del agua. Los peces la adoran; mis amigos, también.
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