lunes, 14 de marzo de 2011

Amor


Dime, amor, latigazo de bejuco,
serpiente nívea entre las flores del cerezo,
que hieres con tu beso,
melódico latido de un impulso;
tú, néctar de un efímero calostro,
¿por qué, tras despertar el celo,
el deseo carnal, te tornas luego
en pútrido consuelo ponzoñoso?
Iris polícroma,
que con opaco brillo centelleas,
que niegas la razón, que la encadenas
a un señuelo radiante de alegría,
¿por qué tan repentinamente acudes
a instalarte en el orto de un afán,
escalas la esperanza del mortal
y al llegar a su cúspide,
otrora inaccesible,
te desvaneces?
Di, ¿por qué nos invitas al banquete
para luego tratarnos como Circe?

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