lunes, 14 de marzo de 2011

Epitafio de amor


Turbia tarde de perros, tormentosa,
que muda en un instante en noche al día,
y cambia la esperanza, venturosa,
en aciagos presagios de agonía.

Quizá es también funesto mi destino,
porque he perdido aquello que quería
y puede que cometa un desatino
si no retorna presto la alegría.

La quise tanto; siempre la amaré,
y perderla será muy doloroso,
por ella moriré, o mataré,
haré incluso el acto más odioso.

Bien sé que no le importa haberme herido,
que de este ciego amor ya se ha olvidado,
pero ella es todo aquello que he querido
y fui feliz teniéndola a mi lado.

Partiré con el alba de este mundo,
llevándome en el pecho la amargura,
este dolor que tengo, tan profundo,
y de único recuerdo, su hermosura.

Pero antes, vagaré como alma en pena
por ignotos senderos de esperanza,
retrasando en el tiempo la condena,
mudando en impaciencia la templanza.

Se quedará plegada mi bandera,
tan sólo dejaré melancolía,
porque sé que será vana la espera
y me aguarda al final la losa fría.

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