viernes, 21 de octubre de 2011

Breve relato sentimental

Lo dejó todo, incluso trabajo y aficiones; olvidó a sus amigos; se alejó de su tierra, de su patria, de su casa y de su hogar; para partir con ella y permanecer a su lado; no ya como un báculo que le sirviera de apoyo, sino como parte de ella, para fundirse los dos en un solo ser. Y con ella permaneció durante toda la enfermedad; padeció su deterioro físico; sintió su mismo dolor; lloró postrado ante ella cuando perdió sus cabellos; y la vio consumirse, lenta e irremisiblemente, agotando su vitalidad... Tomó sus manos infinidad de veces, besó sus ojos sin pestañas y su rostro sin cejas; le hablaba a cada instante, y, ocultando las lágrimas, reía con ella. Al final de su trayecto, le inyectó la morfina, mitigando así su dolor, para hacerle llevadera la agonía. Y la vio partir. Estaba con ella el día en que se fue; y quiso irse con ella -se habría ido con ella- pero en ese instante su hijo lo miró.
-¿Te irás tú también, como mamá. Me dejarás solo?
-Tal vez, hijo, tal vez un día me vaya -su sonrisa no ocultaba la amargura-, pero ya no voluntariamente, al menos mientras tú estés aquí.
Y, tras arrojar las cenizas a la mar, padre e hijo volvieron de la mano, con ella reposando para siempre en la memoria, y sabiendo que, aún habiendo perdido lo que más amaban, seguían teniéndose el uno al otro.

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